
Ya
se va tomado conciencia de que el actual sistema estructural de la
economía mundial no tiene futuro. Es de una claridad meridiana que se va
desintegrando de manera progresiva y creciente y que surgirá uno nuevo,
que en nada se parecerá al que soportamos, destructor de un libre
mercado que todos los políticos presumen defender maquillando la
realidad y manejando un populismo vergonzoso y adormecedor, concediendo
derechos individuales y colectivos que disimulan la pérdida de la
libertad humana; cuando la triste realidad es que la única pretensión es
conservar en su mano una política económica dirigista, que permita
seguir ganando elecciones.
Durante demasiados años, en gran parte
de los países más avanzados, se está soportando una mayoría de
políticos y tecnócratas mediocres, oscuros y sin visión de futuro, que
careciendo de la experiencia y conocimientos necesarios legislan
compulsivamente, especialmente en España, haciendo un ordenamiento
jurídico desenfrenado y de entramado complejísimo, que incapacita su
aplicación y permite manejar la justicia restándole independencia; el
peor servicio que puede hacerse a la democracia.
Una gestión
política carente de eficacia, obsesionada con mantener sus posiciones
personales, junto a unos mercados financieros que solo persiguen el
lucro a toda costa, y sin que nadie sepa quién lo dirige o asume la
responsabilidad; son los culpables del desastre económico mundial en que
nos encontramos. Será necesario mucho tiempo para que una nueva
estructura económica supere los desequilibrios provocados por tan pésima
dirección y volvamos a un crecimiento discreto sostenido.
Los
grandes errores cometidos han sido: 1. No respetar unos presupuestos
equilibrados, gastando sin freno y despilfarrando en obras gigantescas,
muchas de ellas no rentables, sin que los impuestos hicieran posible su
cobertura; resultado, un endeudamiento insoportable, a un costo
inasumible. 2. Una economía basada en sectores fáciles de impulsar, como
la construcción, que superó varias veces la demanda despreciando la
industrialización y la agricultura. 3. Un descontrol del sistema
bancario con la concesión de créditos indiscriminados carentes de
garantía, que ha desembocado en balances catastróficos, y soportando una
morosidad creciente, que está obligando a inyectarles la tesorería
perdida para hacer posible el crédito, si bien la posición de familias y
empresas, endeudadas y en crisis también, lo dificulten. 4. La
supresión o deterioro de los sistemas de supervisión tradicionales y de
excelente resultado: los interventores y contadores de la Hacienda
Pública. Se ha pasado al control político del Banco de España, del
Tribunal de Cuentas y de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, lo
que ha permitido el manejo del Tesoro Público y permitir, en
determinados casos, operaciones de dudosa moralidad.
Nos
encontramos en España y en otros muchos países, con unas actividades
económicas casi paralizadas, unos sistemas de financiación carentes de
fondos y con un endeudamiento con la banca exterior, que costará años
retornar. La crisis bancaria ha provocado la desaparición de las
cuarenta y seis cajas existentes, la crisis de algunos bancos y la
nacionalización de Bankia, CatalunyaCaixa, Novagalicia y del Banco
Valencia, los mayores participes que financiaron la irresponsable
burbuja de la construcción.
Para que se produzca el cambio
estructural mundial, que se autoimpondrá, como ha ocurrido
históricamente tras las grandes crisis (recordemos la gran depresión de
los años treinta), es necesario y urgente liberar a la economía, rehén
de los dirigentes políticos. Es sabido que quien proporciona crecimiento
y riqueza es la economía real, única capaz de asimilar el cambio por su
experiencia, imaginación y trabajo, cualidades de las que generalmente
carecen los dirigentes políticos.
Una renovada clase política
debería concentrar la atención y los recursos en la reactivación
económica, en vigilar el cumplimiento de los presupuestos, en
rehabilitar los sistemas de control y supervisión restituyendo su
autonomía, en revitalizar la firmeza e independencia de la justicia, y
en dotar de recursos a la investigación y a la ciencia para poder ser
competitivos y no perder el tren del futuro, de lo contrario seguiremos
en regresión y saldremos de las instituciones económicas internacionales
a las que tanto esfuerzo nos costó entrar.
El poco capital
político de alta calidad con el que contamos, debe hacernos reaccionar
buscando líderes auténticos, con sabiduría y experiencia probada, y
unirnos todos a ellos para conseguir una economía limpia y en
crecimiento sostenido. Solo así podremos asimilar e integrarnos al
cambio profundo de estructura que irremediablemente va a producirse y
que novará la decadente y dictatorial política económica que nos oprime.
(*) Economista y empresario