lunes, 18 de enero de 2016

Rajoy, no; el PP, tampoco / Ramón Cotarelo *

Cinco segundas figuras de los partidos con mayor representación parlamentaria se vieron ayer las caras en el plató de el objetivo de Ana Pastor en la Sexta. E hicieron poco más que verse las caras porque entre lo que ellos se interrumpían recíprocamente y lo que les interrumpía el mando pastoril apenas pudieron decir gran cosa. 

Ignoro si la señora admite sugerencias, pues parece bastante pagada de sí misma, pero, por si acaso, ahí va una: suprima esas morcillas de la "maldita hemeroteca" y otras triquiñuelas aparentemente objetivas. Sirven para que ella se luzca, sí, pero: a) desestructuran el programa dando una patada innecesaria a una de las tres unidades del teatro clásico; b) son una parodia manipuladora. Ayer fue patente que se trataba de destrozar la imagen de Sánchez en provecho de la de Iglesias. Pero, aunque fueran menos manipuladoras, serían igual de inútiles porque ese trabajo de contraste (y contexto) no puede hacerse en el medio televisivo. No puede hacerse en serio, claro, aunque sí cabe montar esa ridícula chirigota para solaz de necios.

De lo poco que cupo entender a los contertulios -que no se dejaban hablar, por cierto- se sigue una conclusión evidente: nadie quiere al PP y mucho menos a Rajoy. Me atrevo a sospechar que ni Monago. Por supuesto, la cuestión de los pactos y las nuevas elecciones es un verdadero lío. Pero el terreno firme está claro: Rajoy no.

El presidente de los sobresueldos ya sabe que su coalición preferida, su propuesta estrella  (PP+PSOE+C's) no va a salir. La invoca por si cuela, pero en su fuero interno, la voz interior de Husserl lo tiene convencido de que es imposible  y prefiere que no haya coalición alguna y se convoquen nuevas elecciones. Por eso, en lugar de contactar con los otros líderes parlamentarios prefiere trabajarse a su partido para ser el candidato otra vez .

El PP no puede pactar con el PSOE ni con nadie porque, diga Monago lo que diga, después de este desastre de cuatro años de abuso, robo, dislate y corrupción y todo ello a la brava, por ordeno y mando, nadie quiere ni acercársele. Además, ¿cómo iba a gobernar una hipotética coalición PSOE+PP sabiendo que hay que derogar todo lo que el PP ha hecho en cuatro años? Sería ridículo hasta para los políticos españoles.

La pelota de la famosa centralidad política está en el tejado del PSOE. El pacto más natural, el que Palinuro siempre ha defendido es el de PSOE+Podemos. Tampoco llega a la mayoría absoluta. Tendría que sumar los 2 de IU y quizá los 6 del PNV y seguiría en minoría. Tendría que contar con la abstención de los catalanes. Tal es el punto neurálgico de este problema, como siempre. El PSOE no está dispuesto a pactar nada con partidos independentistas y tampoco con quienes defienden el referéndum de autodeterminación en Cataluña o, en palabras de Suzana Díaz y Rajoy al alimón, "quienes quieren romper España". En el caso de C's más rechazo, si cabe,  

O sea, el gran obstáculo es el referéndum catalán. Si Podemos se obstina en mantenerlo (cosa bastante razonable porque esa propuesta es muy sensata), no habrá gobierno de coalición en España. Si lo retira, perderá una cantidad imprecisa de votos de las franquicias (entre 10 y 15) y sus flamantes 69 diputados se reducirán a 55 más o menos. Aun sumando los 2 de IU y los 6 del PNV, necesitaría de nuevo la abstención de los independentistas catalanes.

Paradoja: el gobierno de España depende de los votos de quienes quieren romper con España, como señaló Palinuro la misma noche de las elecciones y modestia aparte.

El modo de salir del laberinto sería que el PSOE fuera menos intransigente y menos estirado con el referéndum. ¿Por qué es tan dificil llegar a un acuerdo? Por eso, por la intransigencia y el extremismo. ¿Por qué no pueden PSOE y Podemos llegar a un  pacto en el que el referéndum quede fuera, pero sin que Podemos tenga que renunciar expresamente a él como los judíos tenían que abjurar de su fe en la Inquisición? Porque seguimos siendo tiesos e intolerantes como la Inquisición.

Reúnanse en buena hora PSOE y Podemos; acuerden un programa de gobierno común y especifiquen en hoja aparte sus discrepancias. Por ejemplo, esta del referéndum. ¿Qué inconveniente hay en que Podemos trabaje en su favor en las instituciones sin que ello suponga ayuda o connivencia del PSOE? Al fin y al cabo, las mismas gentes de Podemos piden un referéndum en Cataluña pero advierten de que votarán "no" a la independencia. Hagan asimismo pedagogía con su posible aliado socialista, traten de convencerlo de algo que, por lo demás, es perfectamente honroso y hasta conveniente. En algún momento, cuando el PSOE recapacite, se convencerá de que es lo más razonable.

Y para entonces habremos ganado mucho tiempo en desmontar la bestial involución de cuatro años de PP: reforma laboral, Ley Wert, Ley Mordaza, privatizaciones, todo a la basura. Y, en ese interín, a su vez, el gobierno catalán, que también estará aplicando su hoja de ruta, acabará convocando un referéndum sobre la Constitución de la Repúbica catalana. Sería extraordinario y muestra cierta de que las cosas han cambiado en este país, que el gobierno español se sentara a negociar con el catalán ese referéndum. 
 
Independencia a término
 
Buena entrevista a Oriol Junqueras en Ara. Es insólitamente pronto para valorar cuestiones objetivas de su gestión o de la del anterior porque aún no ha empezado. Pero tienen su importancia dos puntos que intrigan, uno del pasado y otro del futuro. En cuanto al pasado, se trata de recoger información sobre lo que sucedió los primeros días de enero de este año durante las frenéticas negociaciones de Junts pel Sí y la CUP. Junqueras da pistas y cuenta cómo trató los asuntos con Mas, qué se contaron respectivamente y cuál fue su actitud. Esto, añadido a la información que trae hoy elMón.cat de que fue la dimisión de Baños el catalizador del acuerdo contribuye a que nos hagamos una idea ajustada de lo que pasó y cuál fue la reacción de la CUP.

La otra cuestión de interés tratada en el entrevista es la del plazo de 18 meses para la independencia. En algunas ocasiones Junqueras y otros han señalado que se trata de un término aproximado. Es obvio. Si, como dice Espinoza, toda determinación es una negación, la fijación de un plazo perentorio para un proceso en el que está todo por hacer, por inventar, incluso el camino que debe recorrerse y hasta el vehículo en el que se hará, resultaría absurdo. El gobierno catalán tiene ante sí una tarea endemoniada como es poner en pie las estructuras de un Estado nuevo, republicano, en el seno de una Monarquía que tratará de torpedear el empeño por todos los medios y sin darle pretexto para emplear los coactivos o violentos. Algo muy difícil. 

Hay un concepto constitucional en la República Federal de Alemania que aquí no se aplica: la Bundestreue o "lealtad federal". Y aquí no se aplica porque no existe. Obviamente, el gobierno central estará vigilando con los cien ojos del gigante Argos todos los pasos y medidas del nuevo gobierno catalán y, si este transgrede en algo la ley, lo llevará a los tribunales. Pero se hace difícil imaginar a qué medios pueda recurrir para obstaculizar o impedir que el gobierno catalán ponga en marcha sus estructuras de Estado (entre otras cosas, porque podrá darles nombres variados e imaginativos), pues no cabe invocar el concepto de Bundestreue

La cuestión se planteará (ya apuntó en la entrevista que Monica Terribas hizo  a Puigdemont) en el instante en que la Generalitat pida a los ciudadanos catalanes que no paguen sus impuestos a la Hacienda española sino a la catalana. Ese será el momento crucial, el determinante, el que pondrá fuera de la legalidad a los ciudadanos catalanes que obedezcan las indicaciones de su gobiernno. El  arranque mismo de la independencia.

En el fondo, con todos sus trémolos simbólicos, el punto explícito de la soberanía es la recaudación de impuestos. La feliz separación entre la Iglesia y el Estado que se consagró  en Francia en 1905 (y que ya nos gustaría tener en España) comenzó a fraguarse siglos antes (XIII/XIV) en el conflicto entre el Rey Felipe IV, llamado "el Hermoso" y el Papa Bonifacio VIII a propósito de a quién debía pagar impuestos el clero francés, si al Papa o al Rey. Si para resolver ese conflicto del todo en Francia se tardaron 600 años, parece irrelevante que los catalanes lo hagan en 18 meses o en 16 o en 24.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED