MADRID.- El Tribunal de Cuentas Europeo es 
contundente y claro: la UE no debe seguir financiando infraestructuras o
 servicios públicos con participación privada. En un reciente informe 
que acaba de publicar el principal órgano de control financiero de la 
Unión Europea, al que ha tenido acceso Público, la institución 
critica duramente las asociaciones público-privadas para acometer 
infraestructuras o servicios públicos por “insuficiencias 
generalizadas”, “gastos ineficaces”, “falta de transparencia”, 
“retrasos” y “sobrecostes”, entre otras deficiencias.
Además, recomienda que ni la UE ni sus 
Estados miembros promuevan asociaciones público-privadas hasta que se 
resuelvan los principales problemas identificados en su informe especial
 Asociaciones público-privadas en la UE: Deficiencias generalizadas y beneficios limitados, publicado el pasado 20 de marzo.
En concreto, el documento analiza 12 asociaciones público-privadas cofinanciadas por la UE en Francia, Grecia, Irlanda y España
 en los ámbitos del transporte por carretera y las tecnologías de la 
información y la comunicación, que han supuesto 5.600 millones de euros 
de financiación europea. Y concluye que la participación privada en 
estos proyectos "no puede considerarse una opción económicamente viable 
para el suministro de infraestructuras públicas".
En un análisis devastador, añade que la 
entrada de capital privado en los proyectos del sector público ha 
supuesto "insuficiencias generalizadas y beneficios limitados, con 
gastos ineficaces e ineficientes", donde “la relación coste-beneficio y la transparencia se han visto gravemente perjudicadas,
 en particular, por políticas y estrategias poco claras, análisis 
inadecuado, registros fuera del balance patrimonial y acuerdos”.
El informe asevera que los proyectos 
público-privados analizados han sufrido “ineficiencias considerables en 
forma de retrasos durante la construcción e importantes aumentos de los 
costes”. En total, siete de los nueve proyectos completados -con costes 
de proyectos agregados de 7.800 millones de euros- sufrieron demoras que
 oscilaron entre dos y 52 meses. 
Además,
 fue necesaria una cantidad adicional de casi 1.500 millones de euros de
 fondos públicos para completar las cinco autopistas
 auditadas en Grecia y España, de los cuales la UE proporcionó alrededor
 del 30% -422 millones de euros-, denuncia el informe especial. El 
Tribunal considera que estas cantidades “se han gastado de manera 
ineficiente por lo que respecta a la consecución de los beneficios 
potenciales”.
Los proyectos financiados bajo el modelo 
público-privado “se aprovechan para proporcionar bienes y servicios que 
habitualmente suministra el sector público”, explica el informe, que 
indica la gran magnitud del negocio que supone esta fórmula en la que 
las multinacionales privadas hacen negocio con el apoyo financiero 
público: desde la década de 1990, en la UE se han llevado a cabo 1.749 proyectos público-privados
 por un valor total de 336.000 millones de euros. 
Según revela el 
informe, la mayoría de estos proyectos se llevan a cabo en el sector del
 transporte, que en 2016 representó un tercio de las inversiones de todo
 el año, por delante de la atención sanitaria y la educación.
Sombras de corrupción
La
 sospecha de la corrupción política 
sobrevuela algunos datos que ofrece el informe, como que “en la mayoría 
de proyectos fiscalizados, se eligió la opción de la financiación 
público-privada sin ningún análisis comparativo previo de opciones 
alternativas,
 como el comparador del sector público, sin lograr demostrar, por lo 
tanto, que se trataba de la opción que maximizaba la relación 
calidad-precio y protegía el interés público al garantizar una igualdad 
de condiciones entre las asociación público-privada y una adjudicación 
de contratos públicos tradicional”.
En
 este sentido, el Tribunal indica que “los proyectos de autopistas en 
España se licitaron de manera puntual, pero los contratos se 
renegociaron poco después, lo que suscita preguntas sobre si la 
contratación se había gestionado debidamente”.
Las auditorias revelan que en el caso de las
 autopistas público-privadas analizadas se dispararon los costes tras la
 contratación en cerca de 300 millones de euros, que debía asumir el 
socio público. 
En concreto, el coste de la autopista A-1 se incrementó en un 33% (158
 millones de euros) y un restraso de dos años, mientras que la autopista
 C-25 en Catalunya experimentó un incremento del 20,7% (143,8 millones 
de euros, incluyendo 88,9 millones de euros en costes financieros) y 
retrasos de 14 meses. Eso sólo en las autopistas auditadas en este 
informe.
Próximo negocio, el agua
Las conclusiones del Tribunal de Cuentas Europeo se conocen tras el anuncio de los 
rescates de las autopistas de
 peaje por parte del Gobierno central, lo que supone un nuevo varapalo a
 los modelos de participación público privados. 
Sin embargo, las grandes
 constructoras ya no tienen sus miras puestas en entrar en 
infraestructuras de transportes como las autopistas, que consideran un 
sector agotado financieramente; sino que 
se centran en el negocio del agua pública, donde como explican los expertos, hay un mercado garantizado.
“El agua es un servicio público que se 
presta bajo condiciones de monopolio natural; desde una visión 
mercantilista, estos servicios presentan el gran atractivo de disponer 
de unos clientes cautivos, una demanda estable y capacidad de pagar por estos servicios,
 ya sea a través de presupuesto municipal o de tarifas a los usuarios. 
Acceder a este “mercado” es el sueño de cualquier multinacional”, 
asegura Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores de
 Agua Pública (AEOPAS).
En efecto, según datos del Tribunal de 
Cuentas, los servicios ya privatizados (sea como empresas que se han 
hecho con la concesión del servicio de aguas o empresas mixtas 
público-privadas) presentan sobrecostes que van del 22% a más del 90%,
 respecto del servicio prestado de forma directa, con encarecimientos 
medios del 27% en recogida de basuras o del 71% en limpieza viaria (que 
se suelen abonar en el recibo del agua). Sobrecostes que además llevan 
añadidos una prestación del servicio de menor calidad y una 
infrainversión, según estas mismas fuentes.
En una situación de emergencia social, y de
 duras críticas sobre este modelo público-privado o directamente 
privatizador, la patronal del agua AEAS-AGA, que agrupa a las tres 
principales multinacionales del agua -FCC Aqualia, Grupo Suez y Acciona-
 y sorprendentemente a algún operador público, ha mandado recientemente 
una carta a los grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados 
para incluir los mecanismos de contratación público-privados como una 
prioridad dentro del denominado Pacto Nacional del Agua en el que 
trabaja el Ejecutivo: una vuelta de tuerca a un modelo que busca hacer 
negocio  a partir de los servicios públicos que requiere de la 
connivencia de los representantes políticos.