jueves, 12 de diciembre de 2013

El Madrid de las protestas todavía no siente los síntomas de recuperación

MADRID.- Cientos de trabajadores del alumbrado público y mantenimiento de semáforos de Madrid iniciaron el jueves una huelga en el último envite sindical de empleados públicos que están complicando la actividad en una capital española que empieza a acostumbrarse a las protestas contra las medidas de austeridad.

Tras cinco años en recesión o al borde, la economía española empieza a mostrar los primeros síntomas de recuperación, principalmente por el aumento de la actividad exportadora.
Sin embargo, el optimismo que parece emerger en círculos empresariales aún no ha llegado a los ayuntamientos españoles, que siguen sin recuperarse de una caída en las tasas de empleo y unos recortes en el gasto público local que han obligado a reducir servicios que van desde la atención hospitalaria a la limpieza de las calles y que han obligado a paralizar proyectos de obras públicas.
Madrid, otrora uno de los emblemas del auge económico de la década de los 90, se ha convertido en un excelente ejemplo de lo que supondrá realmente la larga y dolorosa recuperación económica.
El presupuesto de gastos de Madrid, sin incluir los pagos de la deuda, se ha reducido en casi un tercio desde 2008 en una España decidida a reducir una de las tasas de déficit público más altas de Europa. La inversión por habitante se redujo en cerca de dos tercios desde 2008 hasta 2011 más que en cualquier otra gran ciudad española mientras que en Barcelona, la segunda mayor urbe española, este ratio se mantiene prácticamente inalterado.
Para el próximo año, el gobierno local propone un ligero repunte del gasto, pero los presupuestos para turismo, artes y deportes volverán a recortarse. Con uno de cada cinco habitantes en edad de trabajar en paro, Madrid tiene una tasa de desempleo algo mejor que la media nacional, pero la evolución de la actividad en la ciudad no deja de ser decepcionante teniendo en cuenta que la tasa de desempleo era sólo del 8,3 por ciento antes de la crisis económica que comenzó hace cinco años.
El resultado de esta evolución ha sido una incesante ola de descontento popular. El mes pasado, los barrenderos guardaron bajo llave sus escobas durante 13 días dejando la ciudad repleta de basura, algunos animales muertos y la red de alcantarillado a punto de bloquearse por la acumulación de hojas otoñales en las alcantarillas y desagües.
La ciudad también ha estado sacudida por huelgas intermitentes del transporte público, protestas en el sector sanitario contra la privatización parcial de los servicios sanitarios, paros en la limpieza de parques y vías públicas, incluso protestas en centros de transfusión de sangre. Muchos de los edificios públicos de la ciudad están en mal estado, y la proliferación de baches ha convertido circular en bicicleta por la ciudad casi en un oficio de riesgo.
Pero los madrileños no son las únicas víctimas de los problemas de la ciudad: pese a que el turismo aumentó este año en los destinos costeros más populares en España, las visitas a la Comunidad de Madrid cayeron en cerca de un 20 por ciento en agosto respecto al año anterior, el peor de la historia de la ciudad y se compararon con un aumento del 12 por ciento en Cataluña, con la costera Barcelona en cabeza de las visitas extranjeras.
"Antes de la crisis, Madrid era una ciudad muy limpia, con parques bien cuidados. Siempre estaba llena de vida, con las calles llenas de gente, no importa qué día de la semana salieses", explica Elena Inés, vendedora de lotería de 46 años en una céntrica y comercial calle de la ciudad. "Ahora, todo está más sucio y casi no necesitas reservar en un restaurante para comer o cenar".
La huelga convocada el jueves por una parte de los 720 trabajadores de mantenimiento del alumbrado en Madrid se ha visto impulsada por una subasta para adjudicar los servicios en un nuevo contrato previsiblemente con ahorros para las arcas públicas.
Los representantes sindicales argumentan para justificar los paros que temen un compromiso de la nueva empresa adjudicataria de recortar el coste de los servicios para la ciudad mediante recortes de salarios a los trabajadores.
Aunque todavía no se conoce el ganador del contrato ni hay indicios de los mencionados recortes, los sindicatos advierten de que ya se han visto fuertes recortes de salarios en la renegociación de otros servicios públicos como la limpieza viaria o los servicios de lavandería en hospitales.
Dos filiales de la fundación que recientemente ganó un contrato de lavandería hospitalaria durante cuatro años por 46 millones de euros, ahorraron a la región 36 millones de euros con respecto a la anterior contrata, explicó el gobierno regional. Gran parte de estos ahorros se consiguieron con descensos salariales.
"Nos han ofrecido menos del salario mínimo de 620 euros al mes, una reducción del 60 por ciento para muchos de nosotros. No podemos consentir esto. Es imposible", dijo Francisco Ronco, director de la asociación de trabajadores que lava la ropa de cama de 19 hospitales en el área de Madrid.
Dionisio del Torro, responsable de los trabajadores de mantenimiento en Madrid en el sindicato mayoritario CCOO teme que los equipos de iluminación corran una suerte similar.
El fulgor de la ciudad se empezó a apagar el pasado 8 de septiembre, cuando la capital española perdió su apuesta de albergar los Juegos Olímpicos por tercera vez consecutiva pese a haber construido gran parte de la infraestructura necesaria.
Mientras tanto, como consecuencia de un incremento de las tasas aeroportuarias, las compañías aéreas de bajo coste EasyJet y Ryanair redujeron sustancialmente sus vuelos en el aeropuerto internacional de Barajas.
Además, en los últimos cuatro años se han cerrado más de 4.500 bares y cafeterías - según datos de la asociación de hosteleros La Viña- que tradicionalmente constituían el corazón de una ciudad donde los amigos prefieren socializar fuera de casa.
Las ventas al por menor se han reducido en más de un 20 por ciento en los últimos seis años en Madrid, en comparación con una media nacional de descenso del 16 por ciento.
Celinda García, que a sus 56 años dirige una tienda de delicatessen en un barrio de clase media en Madrid, dice que aunque sobre el papel la economía aparenta estar mejorando, sus clientes están recortando el gasto más que nunca.
Explica que aunque hace unos años hubiera sido impensable para sus clientes pagar los alimentos básicos con vales de comida - un beneficio adicional muy popular en España que los trabajadores utilizan tradicionalmente para comer a diario en restaurantes-, ahora los recibe habitualmente como forma de pago.
"Muchos han comenzado a pagar el pan, la leche o el jamón con vales de comida, mucho más que el año pasado. Están tomando los tickets para restaurante que les dan las empresas para usarlos en alimentación básica", dijo.

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