“Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta”
“En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, ni admite nada equivalente eso tiene dignidad…” (Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres).
Muchos millones de españoles hemos visto por TV como,
literalmente, se les caía la baba a políticos de Madrid y Cataluña
ante la proposición del magnate Mr. Adelson para construir un complejo
de juego en las inmediaciones de Barcelona o de Madrid. Proposición indecente donde las haya que, lejos de ser rechazada con dignidad
por los destinatarios fue acogida con entusiasmo. Es más, el presidente
del gobierno, registrador de la propiedad en excedencia con reserva de
plaza, Sr Rajoy, expresó su satisfacción como deberían hacerlo todas las personas normales y sensatas.
¿Qué consecuencias tiene para la conducta de las personas una cultura
en la que cada vez se atribuye más importancia la consecución de un
éxito inmediato con perjuicio de la pérdida de la dignidad?
Lejanos están los tiempos en los que (en palabras de Robert K. Merton):
“Una sociedad estable y bien gobernada tiende, en términos generales, a
garantizar que el Aprendiz Virtuoso e Industrioso alcanzará el éxito en
la vida y que, en cambio, el Aprendiz perverso e Indolente fracasará.
[…] Pero (en una sociedad que padece anomia)…, las virtudes ordinarias
de la diligencia, la honradez y la bondad parecen ser de poco provecho.”
La anomia, ausencia de normas, es la meta a conseguir. Por eso hablan de “libertad”
que en boca de los liberales modernos y progresistas como gustan de
autocalificarse, significa que no deben de existir trabas ni normas que
impidan cualquier tipo de desmán (inmobiliario, urbanístico o
financiero). Lo puso de relieve, “graciosamente”, el sr Aznar refiriéndose al consumo de vino y la conducción de vehículos.
Lo que vale es el éxito cuanto más glamouroso mejor.
Las consignas son: “todo vale”, “sensatez”, remar
todos juntos, ser perseverantes, sentido común, adaptación a la cultura
dominante y al pensamiento único, que se traduce en que “todo hombre tiene un precio” etc.
Cada lector puede analizar la manipulación existente en la propaganda
que emiten, porque quien tiene el poder tergiversa el lenguaje y
somete a los medios.
Contra la sensatez, DIGNIDAD, en el sentido de Miguel Hernández:
“Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta”
(*) Miembro de ATTAC-Madrid
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