domingo, 8 de septiembre de 2013

A Ana Botella le explota su último cartucho para aferrarse a la Alcaldía

MADRID.- Que Ana Botella encabece la lista del Partido Popular al Ayuntamiento de Madrid en 2015 es difícil. No más de un diez por ciento, dicen las malas lenguas. El haber conseguido la candidatura para los Juegos de 2020 le habría dado un balón de oxígeno para poder repetir. Pero el sueño de Madrid se ha esfumado y, el de Botella, si lo tenía, puede que también. 

Dentro de su propio partido ya dan por amortizada, y sobradamente, a la esposa del expresidente del Gobierno de España, José María Aznar. Es más, algunos correligionarios políticos de la regidora madrileña hablan de una encuesta interna, de la que habrían tenido noticia este mismo verano, en la que el partido ha sondeado, candidatura olímpica al margen, cuál podría ser, hoy, el mejor cartel para un Ayuntamiento huérfano de faraón.
En la consulta -que habría analizado el respaldo ciudadano a varios posibles alcaldables-, Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid, y la hospitalizada Cristina Cifuentes, Delegada del Gobierno en la región, son las mejor colocadas de cara a pilotar una nueva convocatoria electoral. También queda bien posicionado el empresario turolense Manuel Pizarro. En el último lugar del sondeo, dicen los maledicentes 'populares', está Ana Botella.
Aguirre podría ambicionar el sillón que ocupó su colega político y ministro Alberto Ruiz-Gallardón, con el que mantiene una 'amistad sui generis'. La popular populista ha sido casi de todo en política (concejala, ministra, presidenta del Senado, presidenta del PP regional y presidenta de la Comunidad de Madrid). Sólo le faltaría colgar en la pared de trofeos la cabeza del oso y el madroño que campa por la Puerta del Sol.
Cifuentes -que permanece ingresada en un centro sanitario tras un gravísimo accidente de moto- ha negado por activa y por pasiva su interés por ocupar el puesto de primera edil de Madrid. Pero, seguro que llegado el caso, no le amargaría un dulce.
Pocas apuestas
Pero volvamos a Ana Botella. Personas muy próximas a su Ejecutivo municipal aseguran que, al margen de lo que puedan decir los sondeos de opinión, serán pocos los que apuesten por ella en Génova, pues no ha cuajado entre los madrileños al frente de una ciudad que se ha difuminado con su presencia.
Gallardón, con sus pros y contras, elevó a la ciudad al primer nivel de la atención mediática, planificó la reestructuración de la ciudad, soterró emetreintas y mostró a los madrileños que el foro no tiene playa pero tiene río. Claro, que esto no les ha salido gratis a los que ya no bailan chotís en La Paloma.
La ‘defensa política de Madrid’, cuyo futuro no está nada claro de cara a 2015, obligaría al PP a asegurar la apuesta. Y Botella no parece hoy una baza ganadora. El sillón de Madrid es goloso. Aguirre tiene a favor que amarra el voto popular; y en contra, que crea repelús en la oposición, hecho que puede mover a ese arco político en su contra. Cifuentes, de saque, podría consolidar el sufragio de partido, al tiempo que no levanta las aversiones que despierta la lideresa (eso sí, su desgaste al frente de la Delegación del Gobierno cada vez pesa algo más). Botella, dicen que la última en discordia, podría dejar escapar electorado y, además, no despierta simpatías ni entre propios ni entre extraños.
Fuentes del Ayuntamiento y otras del Partido Popular hablan de que las próximas municipales, según los datos que barajan los malabaristas de las encuestas, no depararán boyantes resultados a las listas populares. Se manejan de hecho escenarios en los que la formación de Mariano Rajoy se vería obligada a pactar con una crecida y creciente UPyD para conseguir un gobierno estable en la capital ante la probable ausencia de una mayoría absoluta, que aunque no se descarta –si la economía mejora, se crea empleo, se olvidan o se depuran con contundencia casos como el de Luis Bárcenas…- se antoja difícil por la desconcertante deriva del señor de La Moncloa.
“Podemos perder la mayoría absoluta por dos concejales y, en ese caso, sería factible buscar un pacto con la gente de Rosa Díez; pero si la sangría es mayor, UPyD podría aproximarse al PSOE en vez de al PP y a su electorado no le chirriaría”, dice un popular buen conocedor de las tripas y de lo que se cuece en el Palacio de Cibeles.
Efectos en la comunidad
Este análisis dibuja un mapa en el que un candidato/a débil del PP para la capital de España podría implicar un efecto dominó que descabalgase a Ignacio González de la Comunidad. Tanto González como Botella han obtenido legítimamente sus puestos de Gobierno, pero no se puede olvidar que el voto ciudadano designó a Gallardón y a Aguirre para dichos cometidos y no a ellos. Una cuestión en nada baladí.
Así que también el Gobierno regional presentará incertidumbres. Aunque en el partido no se pone en duda que González es un “político de raza”, se le anota en el debe el haber sido la cara de los duros recortes de la crisis económica en la región, haber tensionado la situación de la sanidad pública y el hecho de que se hayan aireado asuntos particulares del Presidente del Gobierno de Madrid.
Los más críticos con González le ven como el contrapunto de un líder; como lo fue en su día Alfonso Guerra con otro González, Felipe. Pero no como cartel electoral. Desde hace tiempo se ha apuntado la posibilidad, de que Lucía Figar, secretaria de Comunicación del partido en Madrid y consejera, podría encajar en el perfil de los candidatables a la Comunidad. Tiempo al tiempo.
Regreso de nuevo a Ana Botella: políticamente se ha desdibujado, entre otras cosas por la escasez de dinero para hacer inversiones y por la resaca de las ya realizadas en legislaturas anteriores. Además, la Alcaldesa arrastra su mayor lastre con la tragedia del Madrid-Arena. Botella no supo lidiar con la espantosa situación de una avalancha humana que se llevó la vida de cinco chicas jóvenes que pretendían divertirse, escuchar música y que encontraron la muerte en uno de los sucesos más escabrosos de la crónica de sucesos capitalina.
Botella no supo estar en su lugar, de hecho llegó a marcharse a Portugal, cuando su posición política le obligaba, sí o sí, a no alejarse de la tragedia. Muchos madrileños no entendieron su actitud, que fue muy criticada.
Además, fue lenta hasta la desesperación a la hora de adoptar medidas y asumir responsabilidades, que recayeron en concejales de su confianza que se vieron obligados a abandonar su papel en el Ayuntamiento.

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