La instalación de Eurovegas en Madrid para hacer grandes negocios
con la prostitución y el juego o la respuesta de la Generalitat catalana
promoviendo el complejo Barcelona World, que albergaría seis parques
temáticos, no son fruto de la casualidad.
En mi artículo Contra el pacto del euro: democracial real en Europa ¡Ya!
, de junio de 2011, afirmaba textualmente que el capital europeo va
buscando convertir a Europa en un gran parque de atracciones.
Concretamente escribí lo siguiente:
“En lugar de hacer que Europa sea más competitiva, el Pacto del Euro
convertirá a Europa en una especie de gran parque de atracciones de bajo
costo del que solo se aprovecharán, como hemos dicho, las grandes
empresas europeas que tienen mercados cautivos dentro y fuera de Europa y
que son verdaderamente las que han impulsado este pacto y obligado a
los gobiernos a firmarlo” (resto del artículo aquí).
La realidad va confirmando que llevaba razón y que no se trataba de
una simple figura literaria. Es realmente lo más que puede ofrecer hoy
día un capitalismo vetusto y fracasado, ajeno a la insatisfacción de
millones de personas, especulador, inmoral y simplemente depredador de
seres humanos y de naturaleza.
¿Qué proyecto económico hay en la cabeza de políticos que lo único
que se le ocurre promover para crear actividad económica son casinos,
prostíbulos o montañas rusas? ¿Qué tipo de sociedad pueden traer consigo
“empresarios” -entre comillas bien grandes- cuyo único objetivo es dar
grandes pelotazos con la complicidad corrupta de las administraciones
públicas?
¡Ni el capitalismo es ya el sistema innovador que fuera ni el
empresariado se merece ese nombre! De la mano de estos políticos
neoliberales obsesionados por echar abajo las estructuras del bienestar
para ayudar mejor al capital parásito, la economía capitalista se está
convirtiendo en una cloaca que nos consume. Hay que acabar con ella.
Como trato de mostrar en mi libro Contra la crisis otra economía y otro modo de vivir
cada vez es más necesario romper con un sistema podrido de producir y
consumir encontrando fórmulas que nos permitan humanizar las relaciones
económicas y garantizar la satisfacción integral y en armonía con la
naturaleza de nuestras necesidades.
Cuando unas 40.000 personas mueren de hambre al día en el mundo y
cuando casi una de cada siete en España tiene dificultades serias para
satisfacer necesidades básicas, dedicarse a promover con recursos
públicos este tipo de negocios me parece que es una verdadera ignominia.
(*) Catedrático de Economía en la Universidad de Sevilla
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