domingo, 15 de abril de 2018

La presencia del Estado en el capital de Bankia frustra la fusión con BBVA

MADRID.- El Gobierno español ha tirado la toalla con su deseo de ver al BBVA adquirir Bankia e impulsar la creación de la que podría ser la primera entidad financiera española. La pobre evolución bursátil en los últimos años de la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri ha impedido al Estado reducir su participación al ritmo previsto y provoca que todavía el Frob (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), a través de BFA, ostente más de un 60% del capital, lo que es un escollo para la operación, a juicio de elEconomista.

El plan del Gobierno era plantear una posible integración cuando su participación fuera más pequeña, de alrededor un 10 por ciento, pero el mercado no ha acompañado y dar el paso de salir totalmente del capital de Bankia a los precios actuales podría ser difícil de justificar para el Estado y para el nuevo ministro de Economía, Román Escolano.
En diciembre, Luis De Guindos colocó entre inversores institucionales un 7 por ciento del capital de Bankia a 4,06 euros por acción y el viernes las acciones del banco cerraron a 3,66 euros, un 10 por ciento por debajo.
Si objetivo del Gobierno es recuperar la mayor parte de los 22.000 millones inyectados al grupo- actualmente su participación en Bankia está valorada en 6.850 millones-, la venta de capital debería realizarse al mejor precio posible; algo que impide la volatilidad actual de la bolsa. Por la misma razón, BBVA tampoco podría justificar una prima excesiva, que contentara al Estado, y que no pareciera excesiva para sus accionistas, ya que el banco presidido por Francisco González previsiblemente debería ampliar capital para afrontar la adquisición.
A corto plazo, no parece que la situación vaya a resolverse gracias a un rebote significativo de la bolsa. Los inversores están esperando nuevas colocaciones de acciones de Bankia, ya que España ha fijado diciembre de 2019 como el deadline para desinvertir en Bankia, lo que pesa negativamente sobre el valor. 
Ignacio Goirigolzarri, presidente del banco, ha ayudado a afianzar esta expectativa. El ejecutivo ni siquiera da por definitiva esa fecha, pero lo que sí ha adelantado es que Moncloa podría impulsar colocaciones más grandes de acciones, que alcanzaran el 10 por ciento del capital. Desde el rescate del grupo, ninguna de las dos ventas que se han cerrado -la de diciembre y la de 2014- han sido tan importantes.
A la vez, si el Estado quisiera solucionar la situación de forma rápida, y vender a un precio bajo toda su participación, podría incluso interpretarse como un guiño para el comprador y chocar con las autoridades europeas. 
En una hipotética operación en efectivo, si BBVA comprara a un precio muy reducido -algo que sería bueno para sus accionistas porque le permitiría rentabilizar la operación- la Comisión Europea podría considerar la venta una ayuda de Estado.
 Este riesgo sería menos evidente si el Frob hubiera ya reducido su participación por debajo de lo que se considera una posición de control -el 30 por ciento- porque la influencia del Estado sobre el precio ofertado parecía menor.
El otro hándicap es el BCE. La elevada presencia del Frob en el capital de Bankia, también complica la integración de cara a esta institución, aunque solo fuera por motivos políticos. El nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente de la entidad es muy reciente, por lo que plantear ahora la venta a un tercero del 60 por ciento del capital del banco, que el BCE tendría que analizar, puede no ser el mejor momento para poner sobre la mesa una operación tan compleja.

Fin a los rumores

Con este contexto de fondo, la semana pasada quien había dado alas a las especulaciones sobre una fusión entre BBVA y Bankia se encargó de cerrarlas. Así, José Ignacio Goirigolzarri trató de pasar página a la posible operación en las reuniones con periodistas previas a la junta de accionistas, que se celebró el pasado 10 de abril en Valencia.
Goirigolzarri aprovechó estos contactos para negar la interacción con Moncloa enfocada a trabajar en una posible fusión con BBVA. "Nunca nos hemos sentado, nunca nos han dado ninguna indicación el anterior ministro o el actual ministro. Aquí puedo ser absolutamente radical, claro y tajante. Nunca ha habido nada", señaló. 
Con sus palabras trataba de cerrar una especulación alimentada por una entrevista suya en Financial Times a principios de marzo, en la que se le atribuyó que, en su opinión, Bankia encajaba a la perfección con BBVA.
BBVA, por su parte, nunca ha alimentado esta expectativa y recuerda que su presidente, Francisco González, reiteró hace pocos días ante la junta de accionistas que no iba a comprar bancos "físicos".
Esta afirmación taxativa fue una de las pocas partes del discurso ante sus accionistas en las que González se salió del guion escrito; tratando de dejar claro que él no iba a comprar Bankia y, por tanto, cerrando la puerta a que Goirigolzarri regresara a BBVA.
González pretende dejar su cargo a finales de 2019, lo que ha alimentado las especulaciones sobre su sucesor. El nombramiento de Jaime Caruana, exgobernador del Banco de España, como consejero del banco le ha colocado como uno de los candidatos favoritos de las apuestas. José Ignacio Goirigolzarri, que fue consejero delegado de BBVA durante ocho años, hasta que abandonó el banco en 2009, podría haber sido el sustituto de Francisco González, en el caso de que finalmente se hubiera impulsado la integración.

Lógica de negocio

La unión frustrada entre Bankia y BBVA permitía a las dos entidades ampliar su negocio en zonas geográficas en la que ambas tienen más debilidades. Bankia, con el grueso de negocio en Madrid procedente de la antigua Caja Madrid y en la Comunidad Valenciana, por la herencia de Bancaja, podría haber entrado con más fuerza en mercados como Cataluña y País Vasco, en los que BBVA tiene su fortaleza. 
Cabe recordar que el banco que preside Francisco González tiene una amplia presencia en Cataluña tras hacerse en marzo de 2012 con Unnim Banc y en julio de 2014 con CatalunyaCaixa. Del mismo modo, BBVA habría reforzado su negocio en la zona del Levante.
Estas sinergias compensatorias a nivel geográfico hubieran limitado a los dos bancos la reducción de costes ante el menor nivel de solapamiento. No obstante, los ajustes de sucursales y personal se podrían haber realizado sobre todo en este aspecto en Madrid o, del mismo modo, en los servicios centrales. 
La integración hubiera dejado un grupo de 5.442 oficinas y 44.086 empleados, casi el doble de los que tiene el grupo Santander. La posible unión también hubiera fortalecido a BBVA en el perfil de pymes y empresas que mantiene BBVA.

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