Cristina Cifuentes se ha parapetado, según todo parece indicar, en una 
mentira para mantener su puesto al frente de la Comunidad de Madrid. 
Quizá ella no falseó ninguna firma y ningún documento para demostrar que
 sí cursó y superó un máster de posgrado en una universidad pública, 
pero el miércoles, en la Asamblea madrileña y ante los electores, 
proclamó con altanería que el título que figuraba en su currículo 
académico era “perfectamente real y legal”. 
Una profesora, la presidenta
 del supuesto tribunal que la examinó, ha reconocido que no firmó el 
acta. Hubo, por tanto, un delito de falsificación de documento público 
que la fiscalía ahora evaluará. Si ella no falsificó nada, Cifuentes 
tendrá al menos que explicar de dónde sacó el acta que tan orgullosa 
exhibió y por qué estaba tan segura de su legalidad.
Pero llegados a este punto la palabra de Cifuentes tendrá 
muy poco valor. Ella misma ha destruido su credibilidad defendiendo que 
cursó un máster al que no acudió y del que nunca ha sido capaz de 
explicitar día y hora de presentación en sesión pública su trabajo de 
fin de máster. 
Este escándalo involucra gravemente a la Universidad Rey 
Juan Carlos, pero su rector ha tomado la iniciativa para buscar 
responsabilidades e imponer la pulcritud interna a partir de ahora 
frente a una líder política arrogante que quizá participó en el amaño y 
ha basado su defensa en el contrataque y la mentira. Dimitir es su única
 salida airosa para minimizar los daños que ha infligido a la política 
en general y a su partido, que mañana inicia una importante convención 
nacional en Sevilla.
En caso de numantina resistencia, la pelota estaría en el 
tejado de Ciudadanos, el partido que apoya con sus votos a la líder 
popular. El pacto de legislatura suscrito con la presidenta madrileña 
incluye tolerancia cero hacia los políticos involucrados en escándalos 
de corrupción. Este es el caso. Se ha cometido un presunto delito que 
solo beneficiaba a la versión de Cifuentes y esta ha demostrado su 
catadura moral y política.
Puede que a un año de las elecciones autonómicas Ciudadanos 
sopese razones electorales legítimas, pero conformarse con la situación a
 la espera de un mejor momento pondrá gravemente en cuestión su ideario 
reformista de regeneración política. Durante esta legislatura se ha 
entendido bien con los socialistas y Podemos para poner en marcha 
diversos proyectos. Ahora, y a pesar de ser el partido menos numeroso en
 la Asamblea, está obligado a facilitar el relevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario