Cristina Cifuentes apareció en el acto de la Asociación de Víctimas 
del Terrorismo para escuchar aplausos. Había anunciado que no asistiría,
 que la representaría su escudero, pero no pudo resistir la tentación de
 hacerse ver en territorio amable y escuchar parabienes y aplausos; 
muchos de ellos más corteses/falsos que las monedas de madera, sonrisas 
coyunturales de muy corta duración ya que la clave de que a “rey muerto 
rey puesto” tiene plena vigencia. 
Algo semejante ocurrió en la 
Convención de Sevilla, contaminada por la presencia de Cifuentes que 
acaparó todos los titulares y forzó ese fatal abrazo con los dirigentes 
del partido que solo presagiaba el punto final de una carrera política 
de éxito. Y todo por una fruslería que se complica por las puñeteras 
mentiras.
De momento Cifuentes se cuece a fuego lento, como la parábola de la 
rana en agua tibia que se va calentando poco a poco, que se siente 
acogida, confortable, que se relaja y que cuando siente que se abrasa ya
 no puede escapar de un desenlace irreversible. La dirigente popular, la
 veteranísima militante que para algunos era una esperanza de futuro, 
está en agua tibia a punto de alcanzar el punto crítico, esa tibieza en 
la que Rajoy envuelve a los compañeros extraviados y a los que no quiere
 ni enderezar ni despedir, simplemente les deja que se vayan.
De momento desde el círculo de Cifuentes apuntan que solo dimitirá si
 el presidente se lo pide, lo cual es una señal inequívoca de debilidad,
 un error de lectura de la clave Rajoy. Lo más probable es que Mariano 
no dirá nada, tomará distancia, dejará que suba la temperatura del agua y
 aguardará que ocurra lo inevitable sin que nadie pueda achacarle 
responsabilidad alguna. Rajoy no hace prisioneros, ni ejecuta 
(políticamente), simplemente les deja ir por la fuerza de la gravedad.
Por el camino hay daños evidentes, mermas en las expectativas de 
voto, portavoces que tratan de hacer méritos (que suelen ser deméritos) 
mientras dura el “calentamiento”, de ganar tiempo con la idea de que es 
la mejor medicina para curar, lo cual solo ocurre… a veces, pocas veces.
 Cifuentes ha tratado de endosar las malas prácticas a la Universidad. Y
 no le falta razón, pero no la exculpa, ni la alivia, porque la arrastra
 entre las primeras víctimas.
Desde Moncloa filtran encuestas favorables que pretenden que los dos 
partidos tradicionales, los que algunos llaman de turno, siguen siendo 
los primeros, los indispensables, pero son sondeos sin padre ni madre, 
que van contra las evidencias. 
Desde Cataluña los partidarios del 
“procés”, tan fracasado como el Barça en Roma, escriben en sus medios 
que España tiene un problema, que España salvará el proceso por sus 
errores, que España ha fracasado… sin darse cuenta que confundir España 
con el PP supone un grave error de juicio, una apreciación muy 
equivocada. 
Entre otras razones porque España es algo mucho más complejo
 y resistente de lo que imaginan, ni España es Madrid, ni Madrid es 
Madrid, entre otras razones porque Madrid carece de identidad, no es 
sujeto, ni objeto, solo una potente mancha en la meseta, ni siquiera un 
sentimiento. Eso si en ese Madrid inexistente se practica el fuego 
lento.
(*) Periodista y politólogo

 
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