miércoles, 7 de noviembre de 2012

Botella se hunde en su primera gran crisis / Asier Martiarena

Silenciar las culpas y los fallos de gestión en la tragedia de la fiesta de Halloween en el Madrid Arena puede salirle muy caro a Ana Botella. La decisión de minimizar el impacto en pleno puente de Todos los Santos desviando la atención hacia la prohibición de este tipo de actos antes que depurar responsabilidades ha provocado un efecto rebote.
En lugar de conseguir soterrar el debate, este ha emergido como un géiser y los principales medios de comunicación, siguiendo la estela de la indignación social, claman contra la actuación política del Consistorio de Madrid.
La venta de más entradas de las permitidas, los informes de la deficiente seguridad en el recinto, la decisión de cortar a machete la discusión prohibiendo este tipo de fiestasTwitter se mofa de Ana Botella diciendo que 'es como si un hombre muere al caerle una maceta en la calle y ella decidiera prohibir que las personas caminen por la calle'- y la extraña y provechosa relación entre el promotor de la fiesta de Halloween y el vicealcalde de Madrid, Miguel Ángel Villanueva, están superando a Ana Botella. Una alcaldesa en prácticas —recuerden que no fue elegida por las urnas sino a dedo por Alberto Ruiz-Gallardón- que se ha encontrado con su primera gran crisis más allá de los recortes económicos que apenas la han distraído de inauguraciones, presentaciones y estrenos. Y el resultado es su imagen en la rueda de prensa del viernes: está superada por los hechos.
Algunos columnistas, como el polémico Salvador Sostres, han tratado de echar un capote señalando que los primeros irresponsables son los padres por permitir a sus hijos ir a este tipo de fiestas. Pero el cortafuegos apenas ha dado resultado. Especialmente hoy, cuando el diario El País abre su edición señalando que Ana Botella mintió el sábado al asegurar que al Madrid Arena no le hace falta licencia alguna para celebrar este tipo de actos y que no existió ningún fallo de seguridad en todo lo relacionado al triste suceso.
Para ello se basa en el hecho de que la dirección general de Ejecución y Control de la Edificación, dependiente de Urbanismo, detectó en 2010 una larga serie de gravísimas deficiencias que comprometían la seguridad e impedían que Madrid Arena pudiera obtener licencia que sí buscó en su día pero que se resignó a no tener por estos motivos: los pasillos para salir de la pista a la calle, donde murieron las cuatro jóvenes aplastadas por un agolpamiento súbito de gente, eran insuficientes, y el pabellón era inaccesible para bomberos.
La primera gran crisis de Ana Botella va camino de ser también la última si no logra reconducir su gestión.

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